Actualmente el sector de la sanidad y la nutrición vegetal se encuentran en un punto de efervescencia y evolución. En paralelo a las materias activas de síntesis empleadas en la lucha contra plagas y enfermedades o los fertilizantes minerales, que siguen siendo la base de la nutrición vegetal, los bioestimulantes de las plantas, empleados en la agricultura desde hace décadas, se han convertido en los últimos años en el tercer pilar del manejo eficiente de cultivos.
Según datos de AEFA (Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes) el volumen de ventas de bioestimulantes en España en el año 2021 alcanzó casi 37.000 toneladas entre todos sus socios, las principales empresas del sector, con un valor total de las ventas que superó los 600 millones de euros (considerando mercado interno y exportaciones). Se estima que el mercado europeo de este tipo de productos en 2021 alcanzó un valor de 3.600 millones de dólares, con unas expectativas de crecimiento que superen el 10 % de aquí a 2027. Así pues, se trata de una industria en auge que se ha visto impulsada por varios motivos. Primeramente, la puesta en el mercado de los productos bioestimulantes se ha regulado de manera eficaz en los últimos tiempos, especialmente tras la aplicación del Reglamento (UE) 2019/1009 el pasado 16 de julio y por el que se deroga el anterior Reglamento. Por primera vez se define legislativamente lo que es un producto bioestimulante, las funciones que se le pueden atribuir en los cultivos y los componentes con los que se pueden fabricar, ordenando en gran medida el sector. En España, aunque sin emplear el término bioestimulante, la legislación ya regulaba este tipo de productos mediante el RD 506/2013 sobre productos fertilizantes y su posterior modificación con el RD 999/2017, al recoger un grupo dedicado a otros abonos y productos especiales donde se especifican grupos de productos a base de aminoácidos, sustancias húmicas, extracto de algas o microorganismos.
Otro factor importante para el impulso de la industria de los bioestimulantes es la Estrategia de la Comisión Europea de la Granja a la Mesa (From Farm to Fork), la cual establece, entre otros objetivos para el horizonte 2030, la reducción del uso de fertilizantes en un 20 % y la pérdida de nutrientes (por escorrentía, lixiviación, volatilización, etc.) en un 50 %, así como el desarrollo de un plan de acción para el manejo integrado de nutrientes. Estos objetivos tienen su reflejo en la legislación nacional, por ejemplo, con la reciente aprobación del Real Decreto 1051/2022 para la nutrición sostenible en los suelos agrarios, donde se pone el foco en una fertilización eficiente y razonada, estableciendo, entre otras cuestiones, la necesidad de la elaboración de un plan de abonado para las explotaciones agrarias.
En este contexto, los bioestimulantes se posicionan como una herramienta eficaz para la consecución de dichos retos, ya que la propia normativa define entre sus atributos “la eficiencia en el uso de nutrientes y la disponibilidad de nutrientes inmovilizados”. A este respecto se ha demostrado que determinados productos, como aquellos a base de sustancias húmicas, mejoran la fertilidad del suelo, ya que incrementan la capacidad de intercambio catiónico del mismo, poniendo a disposición de la planta diferentes macro y microelementos esenciales para la nutrición vegetal e impidiendo la retrogradación o precipitación de los aniones fosfato en suelos ácidos o alcalinos, aumentando la eficiencia de la fertilización fosfatada.
Otro objetivo de la estrategia de la Comisión es alcanzar una superficie de producción ecológica de un 25 % de toda la superficie agraria útil en el 2030, por lo que aquellos medios de producción certificados para su empleo en este tipo de sistemas productivos serán necesariamente más demandados. También en este caso, los productos bioestimulantes se encuentran muy bien posicionados, ya que, aunque son inputs plenamente incorporados a la agricultura convencional, la norma general es que se encuentren certificados para agricultura ecológica.
Siguiendo en la línea de una nutrición vegetal cada vez más sostenible, cabe destacar el empleo de los llamados biofertilizantes: microorganismos aislados de diferentes suelos y producidos comercialmente con diferentes finalidades en los cultivos. Según el último Reglamento, los productos con esta composición pasan a denominarse “Bioestimulante de las plantas microbiano” y estarán orientados a la mejora de la nutrición vegetal, solubilización de nutrientes, el incremento de la tolerancia de las plantas ante situaciones de estrés y/o la estimulación del metabolismo vegetal. Merece la pena analizar con algo más detalle los diferentes agentes microbianos que pueden ser empleados en agricultura y sus funciones en la nutrición vegetal.
Muchos bioestimulantes también juegan un papel en la protección de cultivos. Pueden potenciar el sistema de defensa de las plantas (SAR o Systemic Acquired Resistance), como, en el caso de determinados microorganismos que generan metabolitos que limitan el crecimiento de otros organismos perjudiciales para los cultivos (aunque esto entraría en el ámbito de la sanidad vegetal y los productos fitosanitarios de origen biológico). Un ejemplo claro de esto son las bacterias del género Bacillus (B. subtilis, B. amyloliquefaciens).
Desde otra perspectiva, si nos enfocamos en los cambios que estamos observando en el clima, cada vez es más frecuente la incidencia de periodos de sequías prolongados que abren el debate de un manejo eficiente del agua, o los daños por elevadas temperaturas en verano. Los inviernos cada vez más cortos también adelantan el inicio del ciclo en algunos cultivos leñosos como el almendro, frutales de hueso o viñedo, exponiéndolos a posteriores daños por heladas tardías de primavera. Ante estas situaciones de estrés fisiológico en la planta, el uso de bioestimulantes se posiciona como una herramienta de defensa sostenible.
Así pues, entre toda esta amalgama de nuevos productos y dentro de un escenario de evolución por los recientes cambios legislativos, la figura del asesor se erige como central para facilitar la productividad de las explotaciones agrícolas. Como establece el propio Real Decreto sobre nutrición sostenible, sólo tendrá la condición de asesor en fertilización quien acredite ante el órgano competente de la comunidad autónoma estar en posesión de la titulación necesaria, y este es el caso de los ingenieros agrónomos. El asesor en nutrición vegetal, que también estará registrado en el registro general de fabricantes y otros agentes económicos de productos fertilizantes, tiene el papel de ayudar al productor a la hora de planificar el abonado, manejando de manera holística los diferentes inputs relacionados con la nutrición vegetal y las diferentes variables que influyen en el crecimiento de la planta, de manera que el cultivo alcance su rendimiento potencial, pero sin un desperdicio de fertilizantes. Esto tiene una repercusión inmediata en la sostenibilidad de las explotaciones, tanto económica como medioambiental.
Resumen del artículo "Bioestimulantes, claves para una agricultura más sostenible y rentable" de nuestro colegiado Juan José García . Puedes leerlo completo en la revista del Colegio Mundo del Agrónomo (nº 52).
Descargar