Los ingenieros agrónomos deben liderar el cambio en las infraestructuras hidráulicas

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Con motivo del Día Mundial del Agua, que celebramos cada 22 de marzo, queremos contribuir a la concienciación de un uso responsable de este recurso natural tan necesario en la producción de alimentos y resaltar el papel que juegan los ingenieros agrónomos como proyectistas de infraestructuras hidráulicas y gestores del agua. No te pierdas este artículo de nuestro delegado en Guadalajara, Gabriel Mesquida.

 

El año 2021 fue un año de contrastes, en Alemania, Bélgica y los Países Bajos hubo inundaciones que causaron daños por cerca de 29.200 millones de euros. En julio, en Henan (China), se produjeron inundaciones con más de 600 fallecidos y un millón de desplazados debido a intensas lluvias (en un día, en el observatorio de Songshan, se registró 364,6 mm). En contraste, la sequía que azota al suroeste de Estados Unidos y Norte de México es la más severa de los últimos 800 años, si se considera un período del 2000 al 2021.

Las causas de estos efectos tan adversos son una mezcla de fenómenos naturales (El Niño, La Niña, emisiones volcánicas, etc.), efecto del cambio climático por causa del hombre y la variabilidad de un sistema complejo con numerosas variantes como pueden ser la salinidad del mar, albedo, la circulación general de la atmósfera, etc.

 

Foto: MAPA
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Parece un hecho que esta variabilidad está yendo a que los fenómenos atmosféricos cada vez sean más extremos, por lo que la disponibilidad de los recursos hídricos es más complicada de manejar, tanto por exceso como por defecto.

El diseño y rediseño de redes de riego, redes de drenaje y balsas para optimizar la dotación de agua que se aplica a cada parcela ha sido un campo tradicional de los ingenieros agrónomos. Ahora sumamos la preocupación por la calidad de las aguas. Estas se están contaminando por los efluentes producidos por el hombre, las aguas de albañal, las producidas por la agricultura y la ganadería (con una gran carga de materia orgánica o con los clásicos nitratos) y la propia industria (contaminantes con materiales pesados, taladrinas, etc.). Esta contaminación produce efectos bien conocidos como eutrofización de las masas hídricas o mortalidad en especies piscícolas y vegetales por presencia de metales pesados. A ello hemos de sumarle el efecto de los sólidos en suspensión que provocan, por un lado, turbidez y por su procedencia, pérdida el suelo.

Hay que repensar lo que estamos haciendo los técnicos para resolver estas externalidades negativas, pero necesarias si la agricultura y la ganadería han de alimentar a una población creciente.

Aceptando que el otro recurso escaso es el suelo, no nos queda mas remedio que incrementar la productividad de nuestros cultivos con soluciones técnicas.

 

Foto: MAPA
Foto: MAPA

 

La tecnología como mejor aliada

Las nuevas variedades de cultivos deberán ir a incrementar la productividad mediante las técnicas de mejora vegetal que están disponibles. No se comprende, por ejemplo, que el CRIPR-CAS9 esté “evaluándose” en Europa. Con esta herramienta se podrían obtener variedades más resistentes a la sequía y la salinidad, así como mejorar la calidad, la eficiencia del uso del abono, la resistencia y, por supuesto, la productividad. Además, supondría usar menos recursos sin dejar de producir más.

Los nuevos desarrollos de microorganismos, que fijan nitrógeno y son más resistentes a plagas, serán otras herramientas que aumentarán la productividad, reducirán el consumo de agua y no incrementarán la contaminación.

 

Más eficiencia en la gestión de residuos en las granjas

En relación con la ganadería, tiene que tender también a un consumo de recursos menor. Además de cómo mejorar la cabaña ganadera, el engorde y la eficiencia de los piensos y sus nuevos complementos, y el empleo de mejores técnicas en el manejo de las granjas, especialmente en el uso de los efluentes, me preocupan de nuevo los purines. Una solución será el aumento del número de cabezas que permita un mejor manejo de los residuos, aunque vaya en contra de la política actual. Dispersar los contaminantes es una mala solución histórica.

Volviendo al impacto de los fenómenos extremos, tenemos que manejar los cultivos y las granjas de manera que se mitiguen sus efectos. La agricultura del futuro será en regadío. Habrá que asegurar su disponibilidad mediante el uso de balsas, recargando acuíferos, recirculando las aguas, laminando las avenidas, algo que ya se hace con las grandes presas, pero debe complementarse con otros sumideros de agua que compensen los efectos de las futuras sequias y se ponga esos recursos a disposición de los consumidores de agua.

El ciclo del agua de las granjas estará enfocado a que las deyecciones y residuos se minimice. La reglamentación actual ya está enfocada en esa línea, pero hay que continuar en la eliminación del impacto ambiental, y no transformar la gestión de residuos en una mera dispersión en superficie. Siendo muy necesaria la materia orgánica en nuestros suelos, ese aporte debe hacerse de un modo racional y buscando que tengan la función estructuradora del suelo y el incremento de la fertilidad.

 

Gestión del agua en la industria agroalimentaria

Por último, hay que comentar que la industria agroalimentaria es una gran consumidora de agua, con algunas ineficiencias en la transformación del producto que viene del campo en un producto transformado. Pensemos en productos de IV y V gama que multiplican el uso de agua por 10 respecto al producto original. El análisis del uso y de los efluentes son obligación de los ingenieros agrónomos. Esto crea verdaderamente valor, no sólo económico, también ambiental.

 

Autor del artículo: Gabriel Mesquida, delegado de Guadalajara del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias.


Foto de cabecera: Felipe Sánchez.