Ingeniera agrónoma de formación y con un máster en medio ambiente y gestión del agua, nuestra colegiada Lara Chinarro Vera comenzó su trayectoria profesional en el ámbito de la sostenibilidad, realizando auditorías y reportes ambientales en el sector privado. Más tarde, y tras cinco años trabajando en una empresa navarra especializada en la obtención de nuevas variedades de plantas, decidió dar un giro a su carrera. Fue entonces cuando, a través de una oferta publicada en nuestra Bolsa de Trabajo, accedió a un puesto en el Banco Mundial en 2010 y se trasladó a Washington D.C.
Durante su etapa en el Banco Mundial, trabajó en proyectos de gestión de recursos hídricos, asegurando el cumplimiento de los estándares ambientales. Con el tiempo, identificó una necesidad crítica en el terreno: la falta de capacitación técnica en los equipos locales responsables de ejecutar los proyectos.
Seis años después, esta experiencia impulsó un nuevo paso en su carrera. Se incorporó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), también en Washington, para liderar la creación de un programa de aprendizaje en línea en la División de Soluciones Ambientales y Sociales (ESG). “La mudanza fue de solo seis manzanas, una sede está en la calle 13 y la otra en la 19, pero el cambio profesional fue significativo”, explica.
Para quienes no conocen el BID, ¿cómo explicarías qué es y cuál es su misión?
El Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial tienen la misma misión: apoyar el desarrollo económico y social de los países a los que sirven. La diferencia es que el BID solamente trabaja con países en Latinoamérica y el Caribe, mientras que el Banco Mundial trabaja en todo el mundo.
Ambos bancos prestan dinero a los gobiernos para financiar proyectos concretos. Por ejemplo, si se va a construir una carretera para conectar dos puntos, el Banco no solo financia la obra, sino que establece una serie de condiciones para garantizar una gestión ambiental y social adecuada. Esto implica, por ejemplo, que, si el trazado previsto atraviesa una zona habitada, se evalúan alternativas para evitar impactos negativos sobre la población local. Si no es posible y es necesario reubicar a personas o expropiar terrenos, el objetivo es que esas comunidades no resulten perjudicadas sino, si es posible, beneficiadas.
Dentro de esta gran estructura, ¿cuáles son tus funciones concretas?
Actualmente me encargo de gestionar y desarrollar todos los cursos en línea de la División de Soluciones Ambientales y Sociales del BID. Bajo mi dirección, hemos creado 14 cursos distintos en tres de los idiomas oficiales del BID, español, inglés y portugués y algunos de ellos incluso en francés, el cuarto idioma oficial.
Nuestro objetivo es llegar al mayor número posible de profesionales en la región. Estos cursos, centrados en temas ambientales y sociales, ya han contado con la participación de miles de personas.
Actualmente, los cursos de mayor demanda están relacionados con las normas de desempeño ambiental y social del BID: Evaluación y gestión de los riesgos e impactos ambientales y sociales, trabajo y condiciones laborales, eficiencia en el uso de los recursos y prevención de la contaminación, salud y seguridad de la comunidad, adquisición de tierras y reasentamiento involuntario, conservación de la biodiversidad y gestión sostenible de los recursos naturales vivos, pueblos indígenas, patrimonio cultural, igualdad de género y participación de las partes interesadas y divulgación de información.
¿Qué es lo que te puede aportar en estas organizaciones una visión europea como la tuya? ¿Qué valor añadido aporta?
En algunos países donde trabajamos hay un nivel de capacitación técnica muy alto. Por lo tanto, el aporte técnico no siempre es lo más necesario. Sin embargo, en algunos contextos, hay que adaptarse a las diferencias entre países. Por ejemplo, en Europa damos por sentado el cumplimiento estricto de la legislación ambiental, lo que en algunos países donde trabaja el BID no siempre sucede. Lo que aportamos desde fuera es una perspectiva distinta, enriquecida por experiencias vividas en otros países. Esta visión comparativa puede ser muy útil, aunque a la vez trae un desafío adicional: el idioma. Aunque parece que todos hablamos español, las diferencias culturales y lingüísticas entre países hispanohablantes pueden generar malentendidos.
¿Qué habilidades resaltarías para quienes están pensando si quedarse en España o irse fuera a trabajar? ¿Qué habilidades crees que habría que prepararse o qué recomendación podrías hacer desde tu experiencia?
Bueno, por supuesto, los idiomas son fundamentales. Aunque el inglés es imprescindible, cualquier otro idioma es valioso. Por ejemplo, en el BID, en Washington, hablar inglés es un requisito y, aunque no es imprescindible dominarlo a nivel nativo, poder comunicarte con la población en el idioma local marca una gran diferencia.
Otra habilidad clave es el networking, algo que en España no se practica tanto. En el BID muchas oportunidades surgen de algo tan simple como tomarse un café o de enviar una nota por LinkedIn y pedir una reunión aunque sea virtual. Este tipo de interacciones hacen que, cuando surge una vacante que encaja con tu perfil, te tengan presente. En Estados Unidos esto es muy común: dejas de ser un curriculum que les ha llegado y te conviertes en alguien con cara y voz propia. Es una excelente manera de abrir puertas y, en instituciones como el BID o el Banco Mundial, sin duda, es la más efectiva.
¿Te ves regresando a España en el futuro o crees que tu vocación te mantendrá en el terreno internacional por más tiempo?
Pues el tirón español siempre está ahí. Como suele decirse, echo de menos a mi familia, a mis amigos y la comida. Aunque tengo mi vida hecha allí, ahora mismo estoy en España porque venimos a pasar buena parte del verano precisamente por eso, por la familia y los amigos. Por eso, si surgiese una oportunidad que me atrajera, sí, por supuesto, volvería a España sin dudarlo.