Soluciones de la ingeniería al problema de la sequía

Soluciones de la ingeniería al problema de la sequía
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En España con frecuencia ocurren períodos sin lluvia que afectan a la agricultura de secano en zonas de clima mediterráneo, caracterizado por la irregularidad de las precipitaciones y su carencia en verano. Estos episodios secos interfieren en otoño las labores de siembra y en primavera son críticos para el espigado del trigo y cebada y para la consolidación del grano. También se dan días “de seca” en las zonas del norte de clima atlántico en primavera y verano que reducen la producción de hierba en los prados.

Sin embargo, el concepto de sequía está asociado a períodos prolongados sin lluvia que incluso comprenden más de un año hidrológico. Su efecto es la disminución del volumen de agua embalsada. Por ello son denominadas “sequías hidrológicas” para distinguirlas de las “meteorológicas” de más corta duración.

La alternancia de años lluviosos con secos justifica la necesidad de embalsar agua en los primeros para disponer de ella en los segundos. Las aproximadamente 1.200 grandes presas que configuran la gran infraestructura hidráulica española han garantizado el suministro de agua para cubrir las demandas con ciertas restricciones durante períodos de sequía.

Las sequías también inciden con cierto desfase sobre las aguas subterráneas, especialmente en acuíferos superficiales con respuesta más rápida a su recarga. En épocas secas el agua subterránea es una reserva estratégica extraída en los llamados “pozos de sequía”.

Las sequías afectan desfavorablemente a la producción hidroeléctrica y al riego, con su repercusión sobre la producción agrícola, la agroindustria y el sector rural, pero causan mayor alarma social donde ocasionan restricciones al abastecimiento urbano. 

En España las sequías son recurrentes. Las más recordadas por su duración y ámbito territorial son la de 1982-1983 y especialmente la de 1992-1995. En este siglo, la de 2004-2005, las que afectaron a parte de la cuenca del Duero y a las del Tajo, Guadiana y Guadalquivir. Recientemente, la del pasado año hidrológico 2021-2022 que continúa en la actualidad.

 

 

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Las crisis ocasionadas por estas sequías motivaron la construcción de nuevos embalses con objeto de afrontar las futuras con más agua regulada. Por ejemplo, el embalse del Guadalcacín en Cádiz, que fue consecuencia de la sequía de 1982-1983, terminó de llenarse tras las lluvias de 1984-1985. Los de La Serena y Alange en la cuenca del Guadiana comenzaron a embalsar agua en 1996 tras la sequía de 1992-1995.

Otras infraestructuras han hecho también frente a sequías. El revestimiento de grandes canales de riego para evitar pérdidas de agua, por ejemplo, los de ambas márgenes del Ebro en su delta. Pequeños embalses de regulación de los canales de riego y de aprovechamiento de escorrentías invernales, como el de Melendo al final del canal del Bajo Guadalquivir. Asimismo, interconexiones entre embalses, como el del Zújar y Orellana.

 

Sequías e ingeniería agronómica

También esas sequías han propiciado avances en la ingeniería agronómica para aportar soluciones mediante una doble vía: por un lado, disminuir la demanda utilizando menos agua de riego manteniendo e incluso aumentando en lo posible la producción agrícola; por otro, incrementar el volumen de agua disponible para el riego con recursos complementarios al agua embalsada. 

Su descripción es el objetivo de este artículo enfocado a la agricultura de regadío, porque la de secano se defiende concentrando el cultivo en las tierras con mayor retención de humedad, los llamados “secanos frescos”, que en ocasiones necesitan drenaje de los excesos de lluvia. Ha sido redactado por el autor con contribuciones de otros agrónomos1 expertos en ingeniería de regadíos, que en sus respectivas regiones hicieron frente a las sequías mencionadas.

El riego localizado ha sido clave en el ahorro de agua del regadío. Al final de la década de 1970 comenzó en Canarias a sustituir al riego a manta de plataneras y al de surcos de tomate y patata. Progresivamente fue expandiéndose por la península para el riego de otros frutales y hortalizas, especialmente tras la sequía de 1982-1983.

 

 

 

 

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Esta sequía también supuso la mejora del riego por superficie. Por ejemplo, en la Zona Regable del Bajo Guadalquivir el del algodón y maíz por surcos alternos, alcanzándose eficiencias similares a la del riego por goteo de esos cultivos. También la introducción de sistemas de cobertura total de aspersión para el riego de trigo y remolacha, así como del riego por goteo para algodón, tomate y otras hortalizas. 

El IRYDA inició durante los años 1990 los estudios previos para la redacción del Plan Nacional de Regadíos horizonte 2008, que fue aprobado por el MAPA en 2001. Este plan priorizó la modernización de regadíos enfocada al ahorro de agua por dos caminos: disminuir las pérdidas en la red de distribución del agua de riego mediante la modernización de acequias o su sustitución por tuberías y ajustar el volumen de agua de riego a las necesidades de agua de los cultivos, mediante riegos a presión especialmente goteo.

 

Modernización de regadíos

La modernización de regadíos comenzó en 1998 mediante ayudas de los gobiernos central y autonómicos y a partir de 2000 por la actuación del MAPA por medio de la Sociedad Estatal de Infraestructuras Agrarias.

Según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos del MAPA, de 2002 a 2021 la superficie regada por gravedad ha disminuido de 1.398.172 a 864.136 hectáreas. La de aspersión ha aumentado de 750.601 a 897.174 y la de riego localizado de 992.560 a 2.116.591. Actualmente el método de riego preponderante es el localizado con el 54,58 por ciento de la superficie total bajo riego que alcanza 3.877.901 hectáreas. Le sigue la aspersión con el 23,14 por ciento y el riego por gravedad con el 22,28 por ciento.

Este es el resultado de la modernización de antiguos regadíos, del riego de olivares y viñedos y de la transformación de nuevos sectores de riego en zonas de interés nacional, por el esfuerzo de las administraciones y de las comunidades de regantes, en el que han participado numerosos ingenieros agrónomos.

En lo que va de siglo, los regantes han reducido su consumo de agua entre el 15 y el 35 por ciento según comunidades, con un valor medio en España de aproximadamente el 20 por ciento. Sin embargo, los riegos presurizados han elevado los gastos energéticos que, junto a la inversión en infraestructura de riego, les ha supuesto un gran esfuerzo económico. 

Esta modernización ha llevado consigo el desarrollo tecnológico de las balsas de regulación, estaciones de bombeo y redes de tuberías con sus elementos auxiliares, caudalímetros, reductores de presión, automatismos y telecontrol para el riego programado y a demanda del regante con la utilización de sensores de la humedad del suelo a través de un teléfono inteligente. Además, sistemas de información geográfica y programas de cálculo y diseño para los estudios previos a la planificación y para la redacción de los proyectos de obras de riego y drenaje.

 

 

 

 

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La respuesta inicial de los regantes a la reducción de las dotaciones de riego asignadas a sus comunidades, como la del 40 por ciento que, por ejemplo, tienen los de los regadíos de la cuenca del Guadalquivir a consecuencia de la sequía actual, depende del tipo de explotación.

En cultivos herbáceos concentrar el agua disponible en parte de su superficie regable y en cultivos de invierno-primavera evitando los de verano. En los regadíos del Guadalquivir este cambio supone pasar de dotaciones de 5.700-6.000 m3/ha para el riego de algodón, maíz y tomate a de 2.000-2.500 m3/ha para hortalizas como brócoli, zanahoria y alcachofa.

El arroz, por su elevado consumo de agua, es cultivo a limitar en épocas de sequía. En los regadíos de las vegas del Guadiana por la escasez de agua de riego. En los de la margen derecha del Bajo Guadalquivir por la salinidad del agua del río en las tomas de agua, causada por la falta de suficiente caudal en el río para frenar la intrusión de agua de mar en su estuario.

En plantaciones de árboles frutales, olivares y viñedos la opción es recurrir al riego deficitario y aplicar aportaciones puntuales en momentos críticos del ciclo del cultivo, aprovechando entregas puntuales de agua por parte de las confederaciones hidrográficas. Consiste en limitar el riego a períodos críticos del ciclo del cultivo, por ejemplo, en el olivo durante la floración y el cuajado y en la consolidación del fruto. 

En regadíos de la cuenca del Guadalquivir permite pasar de consumos de 2.500 a 1.000 m3/ha en olivares intensivos con sistemas subterráneos de riego por goteo. Una práctica complementaria para reducir pérdidas por evaporación es cubrir las calles del olivar con restos de poda picada u otros restos vegetales, alternando con calles cubiertas de vegetación natural seleccionada.

 

Ahorro de agua

La investigación agraria ha logrado para ahorrar agua, además de variedades con menores necesidades hídricas y mayor tolerancia a la salinidad, determinar las necesidades de agua de los cultivos con datos de evapotranspiración calculados en estaciones agroclimáticas, la red SIAR del MAPA y las de las comunidades autónomas, como la Red de Asesoramiento al Regante de Extremadura, instaladas a partir de 1999. También, determinando los coeficientes de cultivo con imágenes de satélite Landsat y Spot o Sentinel y recientemente con drones.

La escasez de agua embalsada ha llevado a utilizar aguas subterráneas conjuntamente con las superficiales. Es el caso de los regadíos de Chipiona, en Cádiz, donde los agricultores riegan alternativamente con agua subterránea durante episodios de sequía y con agua de canal al descender los niveles piezométricos del acuífero y aumentar la salinidad del agua subterránea.

La carencia de agua de buena calidad ha obligado a regar con aguas de mayor salinidad y no sólo subterráneas sino fluviales. Por ejemplo, durante la sequía de 1992-1995, ante la falta de agua en el canal del Bajo Guadalquivir, los agricultores de su último sector regaron con agua salobre del río cultivos tolerantes a la salinidad, especialmente remolacha. Las sales aportadas a sus tierras fueron lavadas al normalizarse la disponibilidad de agua tras las lluvias abundantes de 1996 y fueron evacuadas por los sistemas de drenaje al río restableciéndose su calidad.

 

 

 

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Aguas regeneradas, aguas desaladas

La reutilización del agua de riego es otro medio de reducir su consumo. Por ejemplo, los regantes de Sueca y los de las vegas altas del Guadiana practican el riego escalonado del arroz. El agua de drenaje superficial de un bancal pasa al situado por debajo como agua de riego, hasta que la salinidad del agua excede la tolerada por el cultivo. Las dotaciones para el arroz en la zona regada por el Canal de Orellana son de unos 11.500 m3/ha, en comparación con los 23.300 m3/ha de los regadíos del delta del Ebro, donde la salinidad del agua de riego no permite regar escalonadamente.

Las aguas residuales regeneradas son también un recurso y no solamente durante sequías. Un ejemplo es el regadío de la Acequia del Oro que utiliza agua del Turia depurada en la estación de Pinedo, Valencia. El riego con esta agua proporciona rendimientos de arroz de 9.500 a 10,500 kg/ha en variedades convencionales y contribuye a mejorar la calidad del efluente al lago de la Albufera.

El riego con agua desalada es más limitado, por el coste energético que solamente pueden cubrir cultivos de alto valor en el sureste que tiene escasez permanente de agua.

 

Futuro de la agricultura de regadío

Como conclusión de lo expuesto es deseable que sean llevadas a cabo las obras hidráulicas pendientes de ejecución de planes hidrológicos ya aprobados, para aumentar las reservas de agua embalsada para futuras sequías y laminar las avenidas en períodos de exceso de agua de lluvia.

También, continuar modernizando los regadíos por gravedad que son susceptibles de ahorrar agua mediante el cambio de método de riego. La grave limitación que suponen los costes energéticos para esta modernización ha de resolverse abaratando la factura de electricidad de los regantes, mediante una doble tarifa, con componente de potencia diferenciado en la campaña de riego y el resto del año. Además, utilizando energías renovables, especialmente las asociadas a los propios regadíos, con balsas de regulación en cotas adecuadas para conseguir una independencia total de la red eléctrica convencional.

No todos los regadíos son susceptibles de cambio de método de riego. Los hay que siguen siendo aptos para el riego por gravedad por sus características especiales. Por ejemplo, en los del delta del Ebro, donde predomina el cultivo de arroz, el ahorro de agua tiene que enfocarse a reducir la fracción, de aproximadamente el 50 por ciento de la dotación, dedicada a lavar las sales aportadas con el riego y a controlar la salinidad intrínseca a sus tierras. Para ello es preciso complementar su drenaje superficial convencional con subterráneo, que además permite alternar el arroz con otros cultivos con menores necesidades de agua. 

La ingeniería agronómica necesita seguir avanzando en todos los temas tratados en este artículo mediante investigación, desarrollo, innovación y aplicación.

 

 

Autor: Julián Martínez Beltrán, con la colaboración de José García Serrano, José Ignacio Sánchez Sánchez-Mora, Jesús García Ramos (1). 

Publicado en Mundo del Agrónomo nº 51.